viernes, 17 de septiembre de 2010

PAPEL ARRUGADO

Había dejado a mi mejor amigo debajo del colchón. Quizás no lo visitaba hace tiempo por pudor o por enojo. Aun no podía concebir su traición. Por ello, estaba seguro que el mejor castigo había sido olvidarlo, como cuando él abandonó mi razón. Sin embargo, hoy la magia ha vuelto, el poder intrínseco revoloteaba en mi corazón, la tinta, lás sílabas, el verbo o algún adjetivo samaritano estaban dispuestos a entregarse a una destreza ya olvidada. Entonces, me levanté de la cama y desempolvé el manuscrito que estaba debajo de mi catre. Intenté, sumamente inspirado, recuperar aquella entrañable amistad con las palabras.

(...)

 


Pero, indudabelemente,  el oficio me comenzaba a negar. Arrugué el papel y crei ciegamente en él, como un digno vehículo, hacia la gloria. Medite un momento y me golpie la cabeza contra la pared: !Qué tonto! !Amigo mío, siempre serás mi aliado! Cogí el paperlarrugado, lo encesté en el canasto de basura y  seguí escribiendo con la certeza de que mi conformismo y el papel retorcido nunca me irían a abandonar, pese a que los extraviara por un tiempo. No escribir era un síntoma, más no la enfermedad. Quizás esta última sea solamente la muerte. Mientras tanto yo seguiré arrugando papeles- aunque lo intenté negar la realidad de mis acciones- por los siglos de los siglos.

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